El sábado se jugó en los Realejos la final de la Copa Federación juvenil de fútbol sala entre el Hispano Británico y el CFS Chinguaro. Un partido capaz de eclipsar a la mismísima final de la LMFS (Laga Marca de Fútbol Sala), o, para que a algunos no les parezca poco, al BarÇa-Madrid del año que viene que, a buen seguro, volverá a ser el partido del siglo. Pero es que este no era un encuentro cualquiera, muchos gladiadores se despedían de la armadura que llevaban vistiendo durante muchos años por las escarpadas tierras tinerfeñas, luchando hasta conseguir que el último grano de arena les perteneciera a ellos, algo que sólo puede alcanzar un equipo, piña, conjunto, amalgama, suma, como queráis llamar a este grupo de individuos que parecen todos nacidos de la misma madre, el Chinguaro.
Las cebras verdes salieron a morder a su rival como si fueran toros desbocados y lograron llegar al descanso ganando por 2-0. La actitud de los güimareros no fue digna de una final durante la primera mitad. De hecho, no parecía el Chinguaro que estabamos acostumbrados a ver, ese equipo que se convertía en un grupo de pintores que unían sus cualidades para dar los mejores trazos sobre la cancha y realizar la figura perfecta, haciendo que el contrario pareciera una simple y abrumada brocha en sus manos. Pero el sábado lo que habían dibujado al descanso era un perezoso boceto.
Pero esto no es como empieza sino como acaba. Comenzaba la segunda parte con un tanteo, como dos enamorados que jugaban al despiste. Sin embargo, un gol cambió la historia, quien sabe lo que hubiera pasado si a Hitler le hubieran dejado marcar un gol. Un gol en propia puerta de un aliado infiltrado en las filas de los hispanistas britaniquistas, las amistades del Chinguaro no las consigue nadie. Gracias Tú. Como un león acecha a la presa el equipo azulón esperaba el fallo del rival para asestarle un mordisco mortal. El empate llegaría de falta directa, un lanzamiento de Eduardo, un tomahawk, una caída libre desde la luna, nunca un balón había sufrido antes hasta que Eduardo empezó a jugar al fútbol. Además, hay que reseñar que el Chinguaro estaba mermado físicamente, Borja, il capitano (témino apodado así por el mejor jugador que ha pasado por la historia del Chinguaro, según él (borjita)) el macho dominante, mitad hombre, mitad huevos, tenía el aductor más tieso que el palo de la portería, pero él se mantuvo en la cancha a pesar de que esa pata de jamón guijuelo no estuviera en buen estado.La prorroga hizo que el partido se alargara, rondaban las cinco de la tarde, hambre, ganas de comer, fatiga, en ese momento iban cada uno por separado. A falta de 48 segundo para el final los dos equipos tenían 5 faltas, parecía que quedaba poco tiempo y que ninguno de los dos tenían jugadores tan inocentes como para caer en la trampa de la falta. No obstante, en el Chinguaro milita un jugador llamado Israel, nombre religioso como no, que tuvo el desparpajo de meterse en una rendija del muro que formaban dos jugadores franjiverdes, chocó con una esquina, falta y doble penalti.
Eduaro iba a lanzar el doble penalti, miraba el reloj, 48 segundos, era el que más hambre tenía, si lo fallaba a esperar un cuarto de hora más mínimo. Imaginó al balón como un bocadillo de salami y………….gol¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡. DobleEdu, haciendo gala de su sobrenombre no fallaba y el Chinguaro se proclamaba campeón de Copa.
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