Luciano Spalletti, se sentó en el banquillo de la Roma en 2005, pero ya en su segunda temporada en la capital italiana había impuesto un estilo, que será recordado por todos los amantes del balompié por su calidad futbolística.
El ahora entrenador del Zenit estuvo en la Roma hasta 2009, pero su temporada más exitosa y que ha dejado un gran legado para aficionados y técnicos fue la 2006-2007. Hagamos un breve repaso a aquel conjunto.
La Roma de Spalletti no era un equipo italiano en sí, no guardaba esas condiciones básicas de fortaleza defensiva y delantero referencia que debía tener un sistema de juego para ser digno de un equipo del Calcio.
Por el contrario Spalletti decidió que su equipo no debía guardarse las espaldas continuamente y aplicó el ataque como mejor manera de defender. Jugaba con 4 defensas, con laterales ofensivos, dos centrocampistas y, prácticamente, 4 delanteros. Además, estos delanteros no guardaban posiciones fijas, sino que con su movilidad se permutaban las posiciones, haciendo diagonales y realizando continuos cruces entre ellos, buscando crear espacios en la defensa rival. En definitiva, el sistema del conjunto romano era un 4-2-3-1 pero sin posiciones fijas y establecidas.
El ritmo de juego era muy rápido, poca conducción y muchos toques. Los rivales no sabían a quien seguir, que espacios cubrir, corrían por todo el campo como pollo sin cabeza, desgastándose, intentando robar el balón, pero siempre había un jugador de la Roma para apoyar a su compañero y mantener la posición. Combinaban con una facilidad pasmosa, jugando entre líneas, abriendo a bandas, al espacio, jugaban hacia delante, volvían atrás, nunca un equipo había sido tan dinámico, desprestigiando aquella concepción de fútbol vertical que predominaba en Italia y Europa. Así, se marcaron goles increíbles, como aquel en San Siro en el minuto 82 que supuso la victoria de la Roma 1-2, en el que tras una buena presión, Aquilani se hace con el balón al borde del área, se la pasa a Mancini de rabona hacia la derecha y el brasileño, al primer toque, pone un centro medido a la cabeza de Totti, que, apareciendo desde la segunda línea, sorprende a toda la defensa y remata a placer al fondo de las mallas. Simplemente, magnífico.
Aquella Roma tenía una figura clara, il capitano, Francesco Totti, en torno a quién giraba el resto del equipo, siendo la referencia ofensiva, proclamándose capocannonieri de la Serie A con 26 goles. La batuta del equipo la tenía Pizarro. El centrocampista chileno cuajó, sin lugar a duda, la mejor temporada de su carrera, hasta ser pretendido por el BarÇa o el Madrid, haciendo de cada pase una obra de arte, era el encargado de dar el último pase y hacer fluir el juego, el llamado enganche. También habían dos futbolistas más rudos que formaban un doble pivote, pero que la dinámica del conjunto les obligó a tratar bien el balón e incorporarse al ataque en repetidas ocasiones, eran Simone Perrotta y Daniele De Rossi quien, gracias a esa campaña se convirtió en uno de los centrocampistas más completos del mundo. Estos dos daban estabilidad al equipo, logrando que no se desarmara en pedazos. El brasileño Mancini era un indiscutible en ataque, aparecía tanto en la banda, su posición natural, como se hacía una diagonal el centro, con balón o sin él. Labor similar a la de Mancini hacía Rodrigo Taddei, una apuesta personal de Spalletti, que lo trajo del Siena, demostrando su técnica y velocidad aquella temporada. Por otro lado, en la defensa los hombres clave eran Mexes, Panucci, Ferrari, Tonetto, Casetti y Chivu, pero fue la línea que menos despuntó. Además, estaba surgiendo la figura de Mirko Vucinic, otro joven atacante con cualidades parecidas a las de Totti, y un joven centrocampista talentoso y con mucha clase, llamado Alberto Aquilani, que destacaba por la fluidez que le daba al juego con esos pases a larga distancia aprovechándose de la velocidad de sus compañeros.
Los Giallorossi fueron segundos en liga, no pudiendo ser rivales de un intratable Inter, que sumó 97 puntos.
Pero fueron campeones de la Copa de Italia, derrotando precisamente al Inter, poniendo el colofón a una gran temporada.
Hoy en día este modelo sigue siendo un ejemplo. Pep Guardiola lo está imponiendo en el Barcelona, al jugar sin delantero, con dos jugadores hacia las bandas (Pedro, Villa, Messi, o Alexis) y un falso 9, que suele ser Cesc o Messi. Ayer, en el partido contra Escocia, Vicente Del Bosque también hizo la prueba, con Silva en la punta de ataque y, la verdad, resultó ser efectivo. Con ello, tanto el BarÇa como la Roja saca el mayor provecho de la visión de juego y la facilidad para combinar de sus futbolistas más creativos, Iniesta, Xavi, Cesc, Silva… Así, esperamos que este germen de jugar sin delantero referencia se expanda todavía más si cabe.
Con todo, animo a cualquier entrenador a que se atreva a experimentar con este sistema de juego muy vistoso, que favorece la movilidad de sus jugadores, provocando el desajuste de la defensa rival, y que lleva implícito un estilo de juego ofensivo.
Excelente
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