El sábado se jugó en los Realejos la final de la Copa Federación juvenil de fútbol sala entre el Hispano Británico y el CFS Chinguaro. Un partido capaz de eclipsar a la mismísima final de la LMFS (Laga Marca de Fútbol Sala), o, para que a algunos no les parezca poco, al BarÇa-Madrid del año que viene que, a buen seguro, volverá a ser el partido del siglo. Pero es que este no era un encuentro cualquiera, muchos gladiadores se despedían de la armadura que llevaban vistiendo durante muchos años por las escarpadas tierras tinerfeñas, luchando hasta conseguir que el último grano de arena les perteneciera a ellos, algo que sólo puede alcanzar un equipo, piña, conjunto, amalgama, suma, como queráis llamar a este grupo de individuos que parecen todos nacidos de la misma madre, el Chinguaro.

La prorroga hizo que el partido se alargara, rondaban las cinco de la tarde, hambre, ganas de comer, fatiga, en ese momento iban cada uno por separado. A falta de 48 segundo para el final los dos equipos tenían 5 faltas, parecía que quedaba poco tiempo y que ninguno de los dos tenían jugadores tan inocentes como para caer en la trampa de la falta. No obstante, en el Chinguaro milita un jugador llamado Israel, nombre religioso como no, que tuvo el desparpajo de meterse en una rendija del muro que formaban dos jugadores franjiverdes, chocó con una esquina, falta y doble penalti.
Eduaro iba a lanzar el doble penalti, miraba el reloj, 48 segundos, era el que más hambre tenía, si lo fallaba a esperar un cuarto de hora más mínimo. Imaginó al balón como un bocadillo de salami y………….gol¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡. DobleEdu, haciendo gala de su sobrenombre no fallaba y el Chinguaro se proclamaba campeón de Copa.
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